Teorías

   Llevo un rato observándolos desde esta esquina de la terraza. Y es que aquí hay poco que hacer, a parte de leer, pasear y mirar a los demás. Y no es que yo sea cotilla, es sólo que como te decía, aquí hay poco que hacer, y como el todo mundo cotillea, puede que se me haya pegado algo del celestinismo de mis vecinas de mesa, esas tres viejas solteronas, que según me contó el gerente, pasan aquí casi todo el año, sólo se van en invierno cuando cierra el establecimiento, gimoteando y diciendo varias veces al día lo mucho que se van a aburrir en la ciudad con lo bien que se lo pasan ellas aquí en el hotel. Claro, porque se pasan entretenidas todos los días, vigilando las idas y venidas de los demás huespedes, interrogándolos o inventándoles vidas cuando no pueden averiguar nada.
   Pero no es a ellas tres a quienes estoy observando desde hace un rato, no... observo a la señora inglesa que llegó hace cuatro días, y que como cada tarde desde que llegó toma su té en esa mesa a las cinco en punto, hora de Inglaterra, y que hasta hoy no había hablado con nadie, cuando ese chico moreno, bastante mas joven que ella, le ha pedido permiso para sentarse en su mesa, en un inglés impecable, y ella tras unos segundos de duda, le ha sonreido, indicando la silla con un gracioso movimiento de cabeza.
   Una pena no saber inglés, aunque a esta distancia tampoco es que escuche lo que dicen, claro que en la mesa de al lado tengo a las tres cotorras que subtitulan con sus teorías lo que se supone (porque me consta que ninguna de las tres hablan inglés) que se dicen.
   Y mis vecinas han llegado a la conclusión de que el chico moreno es un cazafortunas consumado que viene a este tipo de hoteles a buscar viudas a las que embaucar. Y, siempre según ellas, le está diciendo las típicas frases de que tiene unos ojos preciosos, y una risa muy musical, para seducirla y que ella le pague todos los caprichos durante una temporada.
   Yo me dejó llevar por la imaginación de mis tres vecinas de mesa, y observo como mira el camarero a la extraña pareja, entre desconfiado y aburrido, y me digo a mi misma que quizás el camarero se había enamorado secretamente de la inglesa y que su pobre corazón sufre ante los coqueteos de su amada con el cazafortunas con el que comparte su té.
   Creo que llevo demasiados días aburriendome y que las tres solteronas me han pegado su imaginación desbordante, pero es tan divertido imaginar historias...
   Claro que todas nuestras teorías (las de ellas y las mías) se caen al suelo cuando detrás de nosotras una camarera le cuenta a la otra que el chico moreno es un sobrino pintor de la señora inglesa, que vive cerca de aquí, y que todos los veranos viene dos o tres veces a tomar el té con ella...






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