Tiene esa extraña sensación como de haber pedido el paso. Como si hubiese dejado de sonar la música a mitad de un giro y siente la imposibilidad de recuperar el ritmo. Como si sus pasos fuesen con medio segundo de retraso. Como si fuese incapaz de reajustar los tiempos.
   Murmullos que cree que hablan de ella, aunque a veces duda; podrían estar hablando del tiempo; podrían no tener nada que ver con lo que imagina; o quizás sí.
   Paranoias que la obligan a concentrarse en respirar acompasadamente, preguntandose qué pasaría si durante siete minutos dejase de hacerlo. Nada sería tan malo como ese terror que le recorre la espalda algunas noches, como ese susurro entresoñado que le dice que pronto no tendrá necesidad de pensar en ello.
   Busca certezas que sabe que no obtendrá, porque todo se convierte en conjeturas, en presagios, en simples paranoias que a veces rozan la verdad y que a veces lo único que hacen es hacerla pensar que se está volviendo loca poco a poco, una pequeña y loca paranoica que cree reflejarse en espejos en los que quizás no se refleja, sino que la simple casualidad y el juego de luz le hacen ver cosas que no están.
   Pero se le rompen los recuerdos en pedacitos pequeños, como si la locura lo fuera invadiendo todo y se llevase sus verdades y sus originalidades con ella.
   Recuerdos de papel rotos, como fotocopias desvaidas que ya no sabe donde colocar, intentando escuchar su voz entre las voces que aseguran ser las verdaderas.
   Y ahoga las ganas de gritar que le suben a los ojos en forma de lágrimas de rabia y decide dejarse llevar una vez mas. Aunque no sea capaz de escuchar la música, aunque sienta que los demás escuchan algo que no es lo que ella tararea. Aunque el muro de incomunicación creca tres milimetros cada madrugada...
   Sigue bailando pese a que tiene esa extraña sensación de haber vuelto a perder el paso.

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