esbozos

Miro los esbozos, y me doy cuenta por primera vez, después de tantos años, de que nunca conseguí terminar ninguno de sus retratos.
En aquella época me decía que era porque la conocía tanto, la quería tanto, me sabía sus rasgos tan de memoria, que era imposible terminar sus retratos, porque ninguno podría responder nunca a como yo la veía.
Ahora, después de tanto tiempo, de tantas amantes y tantas modelos, creo que simplemente fue porque nunca fui capaz de conocerla; porque jamás la pude ver entera.
Cuando la conocí yo acaba de llegar a la ciudad, no conocía a nadie, y nadie me conocía. Cuando meses antes de tomar la decisión de ir a la gran ciudad soñaba con ello por las noches, me imaginaba en los cafés, hablando con otros pintores; formando parte de una gran y extraña familia. Pero cuando llegué a París, las cosas no fueron como había imaginado. Las personas no iniciaban una conversación contigo simplemente por estar en el mismo café pasando el mismo hambre. Así que creo que fue normal que cuando ella se sentó en mi mesa sonriendome como sólo ella sabía sonreir cuando quería, yo me enamorara de ella sin ninguna reserva.
Aquella primera noche, que he bendecido tantas veces como la he maldecido, ella sólo buscaba alguien que le pagara las copas y un lugar donde dormir aquella noche. No sé porque me eligió a mí; probablemente porque parecía el mas inofensivo... quizás porque fue capaz de ver en mis ojos que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.
Se convirtió en mi modelo, y en mi amante. Nunca supe cuando aparecería, ni cuando se iría, aunque creo que desde el principio supe que algún día desaparecería de mi vida, igual que había aparecido: sin previo aviso.
Se convirtió en mi inspiración, en mi vida, en mi musa y en mi tormeto. Nunca supe qué hacía los días que no dormía conmigo, las semanas en las que desaparecía sin decirme nada. Nunca supe donde pasaba sus tardes, ni esas noches que yo pasaba esperandola, mientras retocaba los esbozos de los miles de retratos que intenté hacerle. Ella no permitía preguntas, no estaba dispuesta a tolerar mis celos, ni a darme explicaciones, que dejó claro desde el principio, que no tenía porque darme.
Con ella, fue desde el principio o todo o nada; o la tomabas o la dejabas; sin preguntas, ni promesas, ni planes de futuro, porque ella siempre decía que el futuro no existía, era una invención, una ilusión abstracta; y que bastaba hacer planes para que se desbarataran. Había que vivir el momento, y ella lo hacía. De hecho hacía en general solo lo que le apetecía.
Yo callaba mis celos, escondía hasta mis sueños de un futuro juntos, y fingía que me conformaba con lo que me daba; aunque en el fondo, casi desde el principio, los celos y la desconfiaza se me comían por dentro; y cientos de veces tomé la resolución de romper con ella, de no abrirle la puerta, y de intentar olvidarla; pero lo que olvidaba era mis resoluciones apenas la veía esbozar aquella sonrisa tan suya a la que nunca supe (ni quise) resistirme.
Y así viví el tiempo que ella quiso darme, porque siempre fue ella la que decidió lo que me daba y lo que no... Así viví hasta que ella no volvió, y pasaron las noches, y llegó un momento en el que supe que no volvería, porque ya había dejado de esperarla.
Y miro mis esbozos y es ahora cuando sé que nunca fui capaz de retratarla, porque nunca conseguí saberla, nunca la vi completa, siempre supe que sólo tenía pequeños trozos de su vida, pero no su vida completa, que era lo que yo le había entregado ya aquella primera noche en aquella mesa. Quizás nunca pude terminar ninguno de sus esbozos, porque, en todo el tiempo que pasamos juntos, ni siquiera supe su nombre...



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