Cuentas

   No cuadraban... las cuentas no cuadraban. Remedios había pasado la noche sin dormir haciendo cuentas imaginarias, y si las imaginarias no le cuadraban, como le iban a cuadrar las cuentas de verdad?
   Varias veces, durante la vigilia de aquella noche en blanco había pensando en levantarse, coger las facturas del cajón de su secreter y asegurarse de sí eran tantas como recordaba o si las estaban hinchando en su memoria. Pero él dormía a su lado, confiado (a ratos su respiración tranquila y acompasada la había sacado de quicio, preguntándose como podía dormir tan tranquilo cuando ella llevaba horas dando vueltas y suspirando en la misma cama que él), y sabía que si despertaba y la veía en mitad de la noche mirando las facturas sospecharía algo, y eso era lo que menos quería, que él sospechase.
   Ya se había enfadado cuando la modista le pasó la cuenta del mes anterior directamente a él, sin que ella lo supiera. Se había escandalizado por el precio del abrigo nuevo, y eso que no sabía que ella había pagado casi la mitad por adelantado, con el dinero que una amiga le regaló por su cumpleaños.
   Y este mes se pondría hecho un basilisco si se enteraba de lo que había gastado en ropa; ni ella misma entendía que había pasado... Había hecho firme proposito de hacer economías; estaba harta de oirle hablar de lo mal que iban las cosas, de los clientes que no pagaban y de los malabarismos que tenía que hacer para mantener aquella casa, y pagar los gastos fijos, y sobretodo estaba cansada de oirle bromear con sus colegas en las cenas y decir (entre orgulloso y preocupado) que ella estaba acostumbrada a malgastar alegremente el dinero y que iba a arruinar a un pobre comerciante como él. Así que ella había pensado que lo único que podía hacer para que él estuviese mas tranquilo, era reducir sus gastos, y como en lo único que gastaba era en ropa, pues que ese mes compraría sólo lo indispensable. Pero había hecho proposito de enmienda justo con el cambio de estación, justo cuando el los escaparates ponían las útlimas tendencias; tendencias que nada tenían que ver con las del año anterior, y claro: no había podido resistirse.
   Con las primeras luces de la mañana había tenido que hacer verdaderos esfuerzos por no abrir el secreter para descubrir si su desgracias era tan grande como había imaginado o si las sombras de la noche la habían agrandado; se conocía y sabía que si su desgracias era como presentía, él lo notaría en su cara al mirarla y no había nada que odiase mas que discutir antes del desayuno. Y no es que le gustase discutir, aunque a veces él le hiciese ese reproche; nunca era agradable discutir, y menos sobre el dinero que gastaba o dejaba de gastar en ropa y complementos, pero es que antes del desayuno le parecía, además de desagradable, obsceno. Una no podía discutir en condiciones sin tener el pelo debidamente peinado, y sin haber tomado un té... eso era al menos lo que siempre le decía su madre a su padre cuando éste intentaba discutir antes del desayuno, que era obsceno discutir antes del desayuno y que hiciese el favor de guardarse sus reproches para cuando volviese del trabajo. Claro que ella siempre había sospechado que esa era una de las tretas de su madre, que lo que en realidad pretendía era retrasar la discusión, porque sabía que a su padre el malhumor se le iba evaporando durante el día, y que cuando llegaba a casa estaba tan cansado que las discusiones eran un puro trámite, que en seguida se apagaban, entre losientos y perdones que no siempre sonaban sinceros.
   Y aunque durante el desayuno, ella disimuló lo mejor que pudo su inquietud, lo cierto era que tenía la cabeza en el secreter, y seguía mentalmente haciendo cuentas. Calculando cuanto del dinero que tenía escondido para casos así podría emplear en tapar aquel agujero, y en cuanto le costaría que su padre le prestase dinero sin que su marido se enterase. Por eso en cuanto él salió de casa ella sacó las facturas del cajón secreto, y sentada al lado de la ventana, todavía sin vestir, las estuvo leyendo y releyendo, pensando cuales tendría que pagar enseguida y cuales conseguiría que le aplazasen el plazo. Tan absorta estaba en sus cábalas que no escuchó la llave en la puerta y como su marido entraba en el dormitorio; había olvidado unos papeles que necesitaba y se quedó en silencio observándola... estaba tan preciosa... lástima que aquella belleza estuviera a punto de arruinarle el día...
 
 
 
 

No hay comentarios: