Y te preguntarás porque sé tanto de los usos y costumbres de los habituales del Moulin de la Galette... Y lo cierto es que sé tanto, porque yo soy uno de ellos. Cada domingo vengo aquí, me siento en la mesa y observo. Veo los amores y los desamores en los rostros de los demás. Me aprendo sus nombres, conozco sus historias, y los echo de menos cuando algún domingo no vienen por aquí. Como ellos, yo también tengo un secreto, algo que no cuento, y que espero que nadie haya sabido ver en todas estas semanas que he pasado aquí. Y dirás que es el amor... y tendré que decir que es cierto. La primera vez que vine al Moulin de Galette, quedé prendado de una belleza que me robó el corazón, y pasé tres semanas pensando en ella, intentando olvidarla y sin conseguir apartarla de mis sentimientos, pese a todos mis esfuerzos. Así que después de tres semanas resistiendome, descubrí que mis pasos, casi sin contar conmigo, se dirigían hacía aquí. Era domingo. Me dije a mí mismo que la casualidad no querría que aquella belleza estuviera otra vez aquí. Y después de un par de horas, buscandola con la mirada, esperando encontrarla y a la vez rezando para no volver a verla, ya que entonces ya intuía que si volvía a verla ya jamás la olvidaría; cuando ya me disponía a volver a mi casa, sin haberla visto, pero casi convencido de que era mejor así. Volví a verla y me supe perdido.
Y desde entonces vengo aquí cada domingo. La espero, pues siempre llego antes que ella, y me quedo un rato después de que se haya ido, por si ha olvidado algo y decide volver.
Y cada domingo vengo aquí dispuesto a acercarme a ella y terminar con esta incertidumbre que me obliga a venir aquí, cuando nunca me han gustado estos sitios; y cada domingo me vuelvo a casa maldiciendo mi timidez, y jurándome que del domingo siguiente no pasa.
Y sé que seguiré así, hasta que ella un domingo no venga, o se decida a bailar con alguno de sus admiradores, o hasta que consiga acercarme a ella y conseguir lo que en el tiempo que llevo viniendo aquí, nadie ha conseguido... hacerla sonreir. Porque sé que si ella me sonríe... seré feliz.
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