Viernes


   Como cada viernes por la tarde ahí están, sentados en "su mesa" y sin mirarse. En la mesa de enfrente del ventanal, la que queda justo en el centro de las demás mesas, ella con su vestido largo y ese sombrero pasado de moda y él fumando su pipa con los codos apoyados en la mesa.
   Llevo trabajando en este café ya casi tres años, fue algo que empezó de manera casual y que se suponía que sería temporal, para pagar el alquiler mientras escribía la novela que me haría famosa, pero ya llevo trabajando aquí tres años y la novela terminada duerme en uno de los cajones de mi cómoda, porque después de varios rechazos decidí que era mejor asumir la realidad y dejar de soñar cosas que no pasaran.
   Llevo trabajando en este café ya casi tres años y cada viernes por la tarde llegan ellos. Llegan en silencio y se sientan en la misma mesa, siempre; mesa que siempre está vacía porque todos los parroquianos saben que esa mesa está reservada los viernes por la tarde. Nunca les he visto hablar entre ellos, ni con nadie mas, mas de lo indispensable... a mí me piden la consumición, y después permanecen en silencio, él fumando su pipa y viendo a la gente pasar y ella mirando al infinito, hasta que saliendo de su ensoñación ella pregunta: "¿Menos cuarto?"; él asiente, se levantan y se van, para volver al viernes siguiente.
   Llevaba un mes trabajando aquí cuando otra de las camareras me contó su extraña y triste historia. Dicen que se querían, como pocos se han querido en este barrio. Dicen que ella preciosa y que él era un joven pintor que empezaba a triunfar en el complicado mundo de las galerías de aquí. Dicen que se querían tanto, que todo el mundo sonreía cuando los veían pasar cogidos de la mano, besandose en las esquinas y riendo de madrugada con esa risa que sólo el amor hace que parezca música. Pero dicen que la carrera de él no despegaba tan rápido como se esperaba y que ella era tan ambiciosa que creía tener derecho a mas fama de la que disfrutaba, así que otro pintor (uno de esos pintores ya consagrados) quiso pintar su desnudo para admirar a toda la ciudad, y dicen que una vez desnuda, el pintor no sólo se limitó a pintar. Hablan de una carta de amor apasionado en la que su amante se daba con cita con ella en este café "a menos cuarto" para fugare juntos, y que ella no recibió la carta, porque la cogió su amor... Y cuentan que después de una discusión de esas que estremecen las paredes y hacen que los vecinos contengan la respiración temiendo el peor de los desenlaces, él la llevó a rastras al café donde la citaba su amante; amante que nunca apareció, nadie supo si avisado por alguien de que él había descubierto todo, o por que algún accidente inesperado se lo impidió. Ella le juró que nunca pensó en abandonarle por el otro, y le suplicó perdón de todas la maneras que se puede suplicar perdón... y dicen que él la perdonóo, pero con una extraña condición.
Y por eso cada viernes por la tarde, se torturan mutuamente en este café esperando que el reloj marque menos cuarto, él mirando la calle como si temiese que el antiguo amante de ella volviera por fin a buscarla; ella mirando al infinito sin querer mirar a nada, aguantando la vergüenza de haber creido promesas de quien no debió creerlas.
   Y aunque ninguno de nosotros entendemos los porques que tienen ellos, la verdad es que cuando salen de aquí él rodea sus hombros con el brazo, y no sé si es en la manera que tiene él de acariciarle el pelo con la otra mano, o la de ella de acurrucarse bajo su abrazo, pero se nota que a pesar de todo, se siguen amando.





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