Alfileres

La niña no gritó cuando su madre le pinchó sin querer con un alfiler, sólo apretó los dientes y se mantuvo quieta. Su madre odiaba coser, era la abuela la que cosía bien, pero cuando empezó a olvidar cosas, como el día de la semana o el año en el que estaban, su padre decidió llevarla a un sitio donde sabrían como cuidarla mejor que ellos, la niña lo recordaba aunque no llegaba a entender dónde podrían cuidar a la abuela mejor que ellos. Así que su madre tuvo que aprender a coser, porque aunque lo odiaba, no podían permitirse pagarle a alguien para que les cosiese la ropa.
La abuela siempre había cosido, desde muy jovencita, cuando la sacaron de la escuela y la metieron de aprendiza en casa de una costurera. La abuela mientras cosía le contaba que eran muchos hermanos y hermanas en su casa cuando era pequeña, y que su padre no podía darles de comer a todos, así que en cuanto medían mas de medio metro les buscaba una ocupación, a ella le tocó aprender a coser, también tenía una hermana doncella, una que fue cocinera, un hermano maquinista y dos que empezaron de aprendices en casa de un abogado y que con el tiempo llegaron a abogados ellos mismos.
A la abuela le encantaba hablar de sus hermanos, cada vez mas, era como si al ir olvidando los últimos años, recordara mejor los pasados. Y le contaba también que al principio no sabía coser y que su patrona se enfadaba con ella y la llamaba tonta delante de las demás aprendizas, y que le daba tanta rabia que cosía a escondidas por las noches, y que así fue como acabó siendo la que mejor cosía de todas. Luego se casó con el abuelo y entonces dejó de coser para su patrona, pero siguió cosiendo en casa, porque una mujer como dios manda debía saber coser bien. Aquello lo decía siempre alzando la voz, y la niña notaba como su madre fruncía los labios pero nunca contestaba.
Así que al irse la abuela, su madre tuvo que empezar a coser, primero sólo remendaba cosas pequeñas, pero como las cosas no iban bien en los negocios, como decía continuamente su padre cuando su madre le pedía algo, en vez de comprarle un vestido nuevo cada vez que los suyos se le quedaban pequeños, su padre les dijo que cogieran los vestidos de su hermana y que los arreglarán, que su madre toda la vida había arreglado los vestidos de sus hijas, así que no podía ser tan dificil... que sólo se necesitaba un poquito de maña y buena voluntad, y así contribuirían un poquito con la economía familiar.
Y su madre después de suspirar mucho, se resignó, y decidió ponerle los vestidos de su hermana y poco a poco, ir arreglandoselos por las noches. Pero su madre no sabía coser, y además era algo que odiaba, así que le pinchaba sin querer constantemente y la chiquilla siempre se quejaba, y las quejas ponían nerviosa a la madre, y los pinchazos se multiplicaban, y tras varios días la niña aprendió a fingir que no notaba los pinchazos de los alfileres, intuyendo en como su madre fruncía los labios, que le dolía mas que a ella. Así que cuando tenían que arreglarle algún vestido, cerraba los ojos y se concentraba en estarse quieta y muy callada... porque aunque no era agradable, cuando por fin terminaban con los alfileres y su madre cosía, la dejaba quedarse allí con ella, como cuando cosía su abuela... y esa paz que se respiraba entre puntada y puntada le hacía sentirse segura y tranquila.


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