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Nervios buenos... esos nervios que provoca esa espera llena de promesas de dulzuras y placeres en la que desesperamos a la vez que nos deleitamos.
Minutos que parecen detenerse al igual que el aliento que parece suspendido en el anhelo de que llegue el momento esperado y puede que a la vez un poco temido...
Porque cuando la espera es tan dulce y promete tantos goces es inevitable temer cualquier tipo de casualidad que impida que nuestros sueños se cumplan.
Y mientras la espera se llena de suspiros que se escapan del pecho como si no pudieran esperar... suspiros porque la espera en si misma es casi un goce... jugando a preveer que tendrá de mágica la noche... que daremos y con que seremos regalados...
Y el corazón se acelera con el paso de los minutos, cuando la hora exacta se avecina y nos torturamos augurando retrasos, y cada ruido de pasos en la calle, suena a promesa a punto de cumplirse, hasta que suena el timbre: señal de que todo va a empezar... de que los sueños a veces se cumplen... 
y entonces dejamos de soñar para entregarnos a la realidad...




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