Ninfeas

   Nenúfares... Nunca había visto ninguno hasta que en un libro de los de su madre encontró un cuadro titulado "ninfeas". Y la palabra se le apareció durante años en sueños. Evocaba ninfas de agua como las de las historia que su madre le contaba cuando ya en la cama, arropada, pedía historias para prolongar el horrible momento en el que su madre apagaba la luz y cerraba la puerta, dejándola en la oscuridad inhóspita de la habitación vacía; una oscuridad que muchas noches se llenaba con las imagenes de aquellos cuadros preciosos que llenaban los libros del último estante de la estantería, el único al que llegaba; esos libros que su madre le dejaba coger, pero con la advertencia de que los tratase con cuidado, conmovida por el gusto de la niña por los cuadros.
   Nenúfares, fue lo que su madre le susurro cuando años después la llevó a un museo a ver el que ella aseguraba que era su cuadro favorito de entre todos los cuadros que se sabía de memoria a base de mirarlos en las páginas de los libros. Un cuadro grande y luminoso que en su mente infantil llena de cuentos y sueños, escondía bajo sus aguas ninfas preciosas como hadas, que nadaban bajo los nenúfares y se escondían de las miradas de los humanos, pero que ella sabía que estaban allí... Y cada cuadro escondía distintas historias de distintas ninfas, unas tristes, otras felices, algunas incluso trágicas. Y eran esas ninfas las que iluminaban los cuadros para ella, las que con su magia imaginada hacían que le gustase tanto mirarlos, con la esperanza de encontrarlas en un momento de descuido.
   Nenúfares... En un lago, que no se parecían a los de los cuadros, pero que su madre le dijo que eran los que habían sido allí pintados. Y no supo explicarle a su madre, cuando enfadada la sacó del brazo de dentro del lago, gritando que su hija estaba loca y que pretendía matarla de un disgusto, metiéndose en el agua helada en el mes de febrero, que ella solo quería encontrar a las ninfas que allí se escondían, porque algo en su voz le dijo que no sería entendida. Y debió ser en ese momento cuando la niñez se acabó y perdió la magia de los cuentos, cuando su madre le dijo mientras la frotaba con una toalla para impedir que cogiese una pulmonía, que ya no era una niña y ella se lo creyó... igual que había creido que los cuadros de nenúfares escondían ninfas de agua que concedían deseos a los que supiesen buscarlas...




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