Violetas

   Después de tanto tiempo, ella no esperaba que él recordase que las violetas eran sus flores favoritas. Y era una sensación extraña la que sentía ahora, sola en el salón, al mirar las flores que seguían encima de la mesa después de que él se hubiese ido, quien sabía por cuanto tiempo.
   Y dentro de ella se había abierto un debate sobre si era lícito o no todo aquello. Ella había rehecho su vida. Le había casi olvidado, se había casado, había tenido hijos, tenía una vida de la que él nada sabía, porque él decidió que su futuro estaba en otro lugar y lo que era mas importante, que ese futuro no la incluía a ella. Y ahora no solo regresaba después de tantos años, y sin avisar se presentaba en la puerta de su casa e invocaba su vieja amistad para volver a verla y contarle en un par de horas, esos años de su vida de los que voluntariamente la había excluido, sino que se sentía con el derecho a hacer preguntas y a esperar respuestas y a remover el pasado con aquel ramito de violetas.
   Porque el ramito de violetas había sido su manera de pedirle perdón durante los años que estuvieron juntos. Siempre que ella se enfadaba o que él sabía que había hecho algo poco correcto, le mandaba un ramito de violetas, y si al atardecer, al pasar a buscarla, las violetas estaban en un búcaro con agua, eso significaba que ella le perdonaba y todo quedaba olvidado sin palabras. Porque a él nunca se le dio bien pedir perdón ni decir lo siento, y ella admitía sus violetas y perdonaba en silencio en nombre de ese primer amor que se supone que es capaz de perdonarlo todo.
   Y sabía que él había utilizado aquellas violetas para pedirle perdón por los años de silencio, por la despedida abrupta y triste, e incluso, intuía, que por haber vuelto así a su vida. Por eso había dejado las flores encima de la mesa, por eso no había ido a buscar un florero para ponerlas en agua. Porque no quería que él interpretase aquel gesto como un perdón que ella no estaba dispuesta a otorgarle, porque aquella despedida repentina le había roto el corazón en tantos trozos que había necesitado años para recomponerlo.
   Además era feliz, aunque su voz no hubiese sonado convincente al decirselo a él, lo cierto era que sí; era feliz, adoraba a su marido y a sus niños, adoraba su vida y en el fondo de su corazón le agradecía aquel egoismo, aquel abandono, porque sabía que con él no habría sido feliz, no tan feliz como lo era en aquel momento.
   Mirando las flores supo que no las pondría en agua, no porque no le perdonase, realmente ahora se daba cuenta de que no había nada que perdonar después de tantos años... pero tampoco quería que él volviese a su vida. Era un extraño que se parecía a alguien a quien quiso mucho, pero a quien no podría volver a amar... Era mejor dejar las cosas y tirar a la basura las flores.
   Una pena... le gustaban tanto las violetas...


No hay comentarios: