Manzanas

Estaba consternada. Ella no era así... ¡Ella no era así! ¡Ella no robaba manzanas en el supermercado! ¿Qué demonios le había pasado?

Y sabía que era mejor no pensar; pero tenía las dos manzanas ante si, que parecían acusarla, sino directamente de robo (que también) de un cierto tipo de locura que empezaba a intuir que crecía dentro de ella. Repasaba mentalmente el momento y no encontraba una explicación para lo que había hecho. Como casi cada día se había ido al supermercado, después de que su marido se fuera a trabajar tras besarla en la mejilla como cada mañana, y después de llevar a los niños a la escula, cogiditos de la mano, parando en los semaforos en rojo aunque no vinieran coches. Hablando con dulzura y respondiendo a todos los porques que entre los dos le planteaban, con esa paciencia que todos decían admirar y que ella sabía que era mas fingida que cierta. Después había ido al supermercado, y había paseado el carrito de la compra de manera sistemática por cada pasillo, cogiendo (como siempre) sólo que previamente había anotado en la lista. Y eso era lo mas alarmante de todo, ¡las manzanas ni siquiera estaban en la lista de la compra! Habían sido una especie de capricho, las vio, las quiso, las cogió y las metió en su bolso; consciente de que aquello no estaba bien, pero sin poder evitarlo, ni pensarlo. Y se sorprendió ante su calma al llegar a la caja, vaciar el carro (consciente en todo momento de que llevaba dos manzanas en el bolso), pagar, y salir de allí convertida en una ladrona. ¡Ella! que siempre había creido que sería incapaz de robar porque por los nervios estaba segura de que la habría descubierto de haberlo intentado, lo había hecho, había robado dos manzanas y no había sentido mas que sorpresa ante su propia tranquilidad.

Lo preocupante es que miraba las manzanas e intuía que en aquel gesto, en apariencia insignificante, se escondía algo oscuro que le daba miedo mirar. Porque metiéndose las manzanas en el bolso y saliendo del supermercado con ellas, cuando no tenía necesidad alguna de hacerlo, se había demostrado a sí misma que era capaz de hacer cosas que nadie la creería capaz de realizar. Que no era como los demás creían que era cuando la miraban.

Peló las dos manzanas y redescubrió su sabor... Y sonrió porque en lo inesperado estaba la esperanza de desaparecer en las rutinas de los días... entre esas personas que se parecían tanto entre sí que la hacían olvidar a veces lo que cada uno tenemos de especial.


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