Cuervos

"Oigo los fuertes golpes de cimbal que producen las alas de los cuervos por encima
de una tierra cuyo torrente parece que Van Gogh ya no podrá contener."
Antonin Artaud.


Se despertó con el regusto amargo de las pesadillas que el despertar no logra disipar del todo. La casa en silencio, y la sensación de estar empapado en sudor, en ese sudor que el miedo hace que tenga un sabor determinado, que dé un frío determinado; el frío que convierte durante un par de segundos, una simple pesadilla en una certeza, en un aviso, una premonición de que algo terrible está a punto de pasar. Y en el silencio de la madrugada escuchaba su respiración desacompasada como ajena a si mismo, los látidos de su corazón en los oidos, a destiempo, como un eco. Y el miedo a la muerte que le provocaba haber soñado con cuervos, unos cuervos terribles y muy negros que lo miraban fijamente como diciendo sin palabras que ya estaba muerto, que solo tenían que tener la suficiente paciencia de esperar. Cuervos negros como los de aquel cuadro que a ella tanto le gustaba, el cuadro que tenía reproducido en el pasillo de su casa. ¿Seguiría allí el cuadro? se pregunto extrañado de preguntarse después de tantos años si aquel cuadro seguiría en el mismo sitio del pasillo en el que estaba la última vez que él fue a aquella casa. Aquel jueves, recordaba perfectamente que era un jueves, porque ella adoraba los jueves, siempre decía que eran su día favorito de la semana, quizás por eso le pareció que elegir un jueves fue una crueldad. Pero las cosas que ya no tienen remedio es mejor dejarlas en paz, no pensar en ellas, no buscar causas o efectos o porques para los que no tenemos respuestas claras.

Miró el reloj que siempre dejaba en la mesita de noche, y eran las tres de la mañana, pero sabía que no podría dormir mas, el sueño se había ido, se le había escapado con aquella pesadilla, y sabía que si cerraba los ojos los cuervos seguirían allí a pesar de saber que era una pesadilla, a pesar de saber que no eran de verdad, sabía que estarían allí, así que se sentó en la cama y buscó a tientas las zapatillas de ir por casa, pero un terror paralizante le dejó quieto y en silencio al coger el pomo de la puerta de la habitación: ¿Y si los cuervos estaban en el pasillo esperandole? Y sabía que era ridículo pensar aquello, que no había cuervos en el pasillo, ni cuervos en ningún sitio, que solo era una pesadilla, pero la verdad era que aún sabiendo cual era la verdad, un sudor frío le recorría la espalda y no se sentía capaz de abrir la puerta y mirar, porque aún sabiendo que en el pasillo no había cuervos, la sola idea de abrir la puerta y encontrarlos allí le daba tanto miedo que recordó porque de pequeño se tapaba la cabeza con las sábanas después de que su hermano le contase historias de miedo.

Era Miedo, ese miedo que no se controla, que no se sabe de donde sale, que se sabe que es completamente irracional, que no tiene sentido si se para uno a analizarlo, pero lo cierto era que estaba sentado en la cama con miedo a cerrar los ojos e intentar dormir por si volvía la pesadilla y lo que era peor, con miedo a salir al pasillo de su casa por si los cuervos de su pesadilla estaban allí contra toda lógica. Y pensó con una frialdad que le extrañó, que quizás se estaba volviendo loco, loco de verdad, porque aún dandose cuenta de que sus miedos no tenían ningún sentido no era capaz de enfrentarse a ellos, y si se estaba volviendo loco, si se le estaba yendo la cabeza y empezaba a confundir la realidad y la ficción hasta el punto de tener miedo de unos cuervos imaginarios que sabía que era imposible que estuvieran en su pasillo, quizá lo mejor era terminar con todo, ahora que aún era capaz de ver que se estaba volviendo loco, porque si se volvía loco de verdad ya nada tendría remedio, se pasaría días encerrado en su habitación por miedo a los cuervos, a cualquier cosa que su mente enferma inventara, sin saber siquiera que aquello no tenía sentido. Y aunque aquello no tuviese sentido, aquella idea le tranquilizó.

Y al cabo de diez minutos dormía tranquilo, porque tenía un plan, un plan alternativo, y si las cosas empeoraban sabría lo que tenía que hacer; el miedo había desaparecido.


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