Añoranza

Añoro el tiempo en el que parecía que no existía el tiempo...

Cuando no había despertadores, ni relojes, ni prisas, cuando todo era verdad y aún no existían las mentiras, porque todo, hasta los cuentos que me contaban me los creía.
Recuerdo una cajita de música que al abrirla inundaba mi habitación de las notas de la vie en rose... Recuerdo que de pequeña era capaz de pasarme horas y horas mirando a la pequeña bailarina dar vueltas y mas vueltas, reflejada en el espejito que tenía detrás. Recuerdo el disgusto que me llevé cuando la bailarina desapareció. Pasé días abriendo la caja, escuchando la música esperando a ver si la bailarina volvía, pero claro, nunca volvió.

Mi abuela me compró otra caja de música, con otra bailarina, pero no era la misma, y me negué a mirarla. Recuerdo como angustiada rebuscaba entre las cenizas de la chimenea, porque aunque en casa nunca entró ningún soldadito de plomo, un par de días después de la desaparición de la bailarina recordé el triste final del cuento y cada mañana me manchaba con las cenizas de la chimenea buscando un corazón de plomo y una estrella. 

Al final, mi madre, viendo mi tristeza inventó una historia para consolarme. Recuerdo la noche en la que me contó mientras me arropaba que no tenía que estar triste, que había recibido una carta de mi bailarina, pidiendo perdón por haberse ido sin avisar, y contandonos que se había ido para hacerse una bailarina de verdad, como en el cuento de Pinocho. Varias fueron las veces en las que mi madre me leí las cartas imaginarias de la bailarina, que nos contaba como le iban las cosas en la academía de bailarinas de cajas de música que querían ser bailarinas de verdad. En mi imaginación, mi bailarina se iba haciendo cada vez mas grande y pronto debutaría en un teatro de verdad, y sería famosa.

Hasta que un día, mientras mis padres hablaban en la cocina entré gritando y riendo porque mi bailarina lo había conseguido, era una bailarina de verdad, y ante el desconcierto de mi madre, mi padre decidió que ya era mayor para creer cuentos y me explicó que las bailarinas de las cajas de música no se pueden convertir en bailarinas de verdad, por muchas hadas madrinas o azules que mi madre quisiera imaginar para mí. Y creo que ese día algo de la niña que era se perdió. y no puedo evitar añorar aquel tiempo cuando me creía hasta los cuentos que me contaban, porque aquel secreto inventado, aquel cuento improvisado que mi madre me contaba por las noches, es uno de los recuerdos mas bonitos que conservo.


No hay comentarios: