La tía Caridad y mi hermana Susana

La tía Caridad era la viuda del tío Miguel, el otro hermano de mi padre del que nadie hablaba nunca (como si solo pronunciar su nombre pudiera doler) ni si quiera cuando la sola presencia de la tía Caridad les recordaba a todos la ausencia del tío Miguel, tan querido por todos.

Yo casi no le conocí, y apenas tengo recuerdos suyos, algunas fotos de cuando era demasiado pequeña como para recordar los momentos congelados en ellas. Pero mi hermana Susana si, y ella y el tío Miguel se adoraban, Susana se iba con los tíos siempre que podía a su casa en la playa, incluso pasaba con ellos semanas enteras en vacaciones. Y cuando pasó lo del tío Miguel, que como nunca nadie hablaba de él, nunca pude saber qué pasó exactamente, la relación entre mi hermana y la tía Caridad se hizo mas estrecha, como si de entre todos, solo ellas entendiesen el dolor que suponía haberle perdido. Y es así como las recuerdo, porque siempre que la familia se juntaba mi hermana estaba con la tía Caridad, se adoraban, se entendían casi sin hablar, nunca he visto a dos personas tan cómodos en sus silencios compartidos como a ellas dos.

Años después, cuando mi hermana empezó a estudiar mecanografía en la ciudad, se quedaba en casa de la tía Caridad los días entre semana, y seguía pasando con ella algunas semanas en verano. Incluso después de casarse y tener niños, mi hermana sigue pasando unos días en la casa de la playa de la tía Caridad todos los veranos, y siguen compartiendo esos silencios tan complices en los que a veces he llegado a pensar que si escuchaba con atención podía intuir como se comunicaban sin palabras.

Fue por la tía Caridad, por la que, sin ella saberlo ni quererlo, discutieron mi padre y el tío Ricardo, porque al morir el abuelo, en su testamento dejaba dinero a su viuda, a su hermano y a sus dos hijos, olvidando a la viuda de su hijo mediano. Mi padre dijo desde el primer momento que lo justo sería partir la herencia que les tocaba a ellos como hijos en tres partes y darle una a la tía Caridad como viuda del hermano mediano, y aunque según mi padre a su hermano aquella primera vez que hablaron le pareció tan natural como a él, al parecer cambió de idea aquella noche (según él al consultarlo con la almohada, según mi madre al consultarlo con la tía Eulalia) y después de muchas discusiones, mi tío Ricardo se quedó su parte intacta, y mi padre le dio la mitad de la suya a la tía Caridad, que según supo hace poco, la metió en una libreta de ahorros para los hijos que pudieramos tener mi hermana y yo... Porque sabía que devolversela a mi padre habría sido una ofensa y esa fue la manera que encontró de devolver el dinero con intereses sin ofender a mis padres, claro.
  

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