El abuelo y la señora Antonia

El abuelo y la señora Antonia, que no era la abuela, era la segunda esposa del abuelo. Pero como yo no conocí a la abuela creía que era ella, hasta que un día la llamé abuela y me fulminó con los ojos, porque a la señora Antonia no le gustaban los niños. De hecho en su primer matrimonio (la señora Antonia se quedó viuda mas o menos cuando enviudó el abuelo y fue entonces cuando se conocieron) no tuvo hijos, no porque no pudiera tenerlos, escuché un día que la cocinera le contaba a la señora que venía a tomarnos las medidas para hacernos los vestidos de los domingos, sino simplemente porque no le gustaban los niños.

Y puede que eso también la uniera al abuelo, que siempre nos miraba como de lejos, y de aquella manera que hacía que me entrase frío cuando sorprendía su mirada en mí o en mi hermana. Aunque lo cierto es que el abuelo miraba así a casi todo el mundo, con esa mirada de fría indiferencia que se convertía en cínica sorpresa cuando alguien se dirigía a él. Mis padres y mis tíos le tenían una especie de respeto que nada tenía que ver con el cariño, de hecho solo se notaba cariño en las palabras de mi padre o de mi tío cuando hablaban de su madre, mi abuela, siempre en voz baja y con un extraño brillo en los ojos que durante unos instantes me hacía entrever a los niños que fueron una vez.

En todos los retratos que conservo de ellos observo las mismas actitudes, siempre. El abuelo nunca miraba a la cámara, igual que nunca miraba a nadie, siempre que pienso en él le recuerdo en esa actitud de indiferencia latente, una indiferencia que le gustaba que se le notara; la señora Antonia, sin embargo, en todos los retratos de familia mira directamente a la cámara con esa actitud tan suya, como reivindicando un puesto al lado del abuelo que nadie le discutía, como haciendo valer un derecho que nadie puso nunca en entredicho, y esa media sonrisa de superioridad moral que nos dedicaba a todos menos al abuelo, a él era al único al que ni siquiera miraba, quizá porque él era el único por el que no se sentía amenazada.
    

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