Quieta

Llevaba tantas horas quieta que empezaba a dolerle el brazo en el que apoyaba la cabeza... Cuando él le dijo que quería pintarla exactamente así, como estaba, con el vestido negro que era su favorito porque solo con ponerselo ya sentía segura de si misma sin mirarse ni el espejo, y con aquella flor en el escote, aquel escote que le volvía loco y que a ella le gustaba porque sabía que cuando se ponía una flor precisamente ahí, él no podía apartar sus ojos de la flor, y de lo que no era la flor. Su vestido mágico como lo llamaba ella en secreto, porque fue con ese vestido negro con el que él la besó, hacía ya casi un año. Y lo increible, pensaba sin moverse, era que él siguiera mirandola igual que hacía un año, del mismo modo, con las mismas ganas, con la misma ternura que la desarmaba y que la tenía horas y días pensando en él cuando él se tenía que ir y no se podían ver.
"Quieta" escuchó que le decía en un murmullo, como absorto, como una tierna súplica que ella no podía no atender. Con el periodico entre las manos pero absorta en sus recuerdos, sin leerlo, mirandolo a él que la miraba y dejaba de mirarla por momentos, sintiendo en sus ojos todo lo que necesitaba sentir.
La niña de las flores hacía rato que se había ido, pero ella seguía quieta, manteniendo la pose, feliz en su vestido negro, soñando con los ojos abiertos con las noches mágicas y las madrugadas fuera del tiempo, con los días de fiesta en la cama, con las risas y ciertos destellos de certezas que le daban sus miradas. Sonrío al ver la sonrisa en sus ojos, cuando él le dio las gracias...
"esa era la sonrisa que buscaba..."


 

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