Retratos

Él duerme y ella vela su sueño, sonriendo al pensar en las cosas bonitas que él le ha ido diciendo durante la noche. Las sábanas arrugadas, las cortinas de color verde esperanza, como él dijo al entrar, y la sorpresa que le tenía preparada, ese retrato que ha dibujado de memoria, en el suelo apoyado en la pared. Le mira dormir y mira sus propios ojos en el lienzo que él ha pintado y sonríe al recordar cuando él la miraba y le decía riendo que estaba memorizándola.

Sus ojos, su mirada vista por él es la mirada que ella ve en el espejo cada mañana, la que es incapaz de captar con sus pinceles pero que los ojos de él, sus manos, han pintando para que mire la mejor versión de si misma.

¿Será que alguien determinado puede vernos sin velos, exactamente como somos, y querernos? ¿Alguien puede, poco a poco, ir descubriendo nuestros defectos y manías, nuestros secretos y esas cosas que sin ser secretos no contamos, y aún así querer quedarse a nuestro lado?

Mira el cuadro que sigue a los pies de la cama y un escalofrío le recorre la espalda porque así es exactamente como se ve cuando se mira en sus ojos, como aquella vez que prometió cambiar sus primaveras porque él la siguiera mirando, con los ojos que sonríen sin que nadie se dé cuenta cuando piensa en él. Mira el cuadro y se pregunta si él no la ve mejor de lo que es, y que pasará si algún día descubre la verdad.

¿Pero cual es la verdad? Esa es la parte complicada. Porque puede que alguien nos vea con mas claridad que nosotros mismos, puede que alguien sea capaz de ver lo que nos hace especiales, de ver lo que somos, y querer quedarse.

Le mira dormir y se acurruca a su lado, acompasando su respiración a la de él, poco a poco, casi sin darse cuenta hasta quedarse dormida, y por una vez los sueños se corresponden con las realidades, ya que sueña que sueña que duerme a su lado.



* Cuadro de Manet (retrato de Berthe Morisot)

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