Mercedes

Se llamaba María de las Mercedes, Merceditas para su padre, que por muchos años que cumpliera siguió llamándola así hasta que murió, Merche para su madre, y Doña Mercedes para los clientes del bar, desde que con veintipocos años se puso detrás de aquella barra y decidió cambiar las costumbres que habían llevado a la ruina a su pobre padre, así que desde el momento en que se hizo cargo del negocio familiar, apenas dos días después del entierro de su padre, corrigió a todo aquel que conociéndola de la infancia la llamaba Merceditas, y cambió una a una las costumbres de aquel bar, única herencia que le dejó su padre.

Porque el negocio no iba bien, desde pequeña había asistido a las broncas entre sus padres sobre como se debía llevar un negocio, pero eran tan distintos que nunca se pusieron de acuerdo. Ella recordaba sus tardes sentada en la mesa del rincón haciendo los deberes y viendo como su padre reía con los clientes y les invitaba a una ronda de cada tres, mientras a su madre se la llevaban los demonios echando cuentas de cuanto dinero había dejado de ganar gracias a la generosidad de su esposo. Pero no había nada que hacer, por mucho que discutiera con él, seguía invitando a los clientes, celebrando las victorias de su equipo de futbol con rondas que incluían a todo el mundo y fíando dinero a todo aquel que pedía cuenta.

Doña Mercedes recordaba los domingos por la noche cuando su madre echaba cuentas y decía en voz alta cuanto debían los clientes en total a la caja, y que si seguían así no ganarían nunca dinero para comprar un coche nuevo. Después del accidente su madre dejó de trabajar en el bar, y poco a poco las deudas se fueron acumulando y cuando su padre murió y Mercedes se hizo cargo, comprendió que o cambiaba las normas del bar o su herencia desaparecería en un par de meses mas, en las cuentas de los clientes de toda la vida.

Así que se hizo llamar Doña Mercedes por todos, fue cobrando las deudas y dejó de invitar a cuenta de casa una ronda de cada tres, y aunque algunos de los clientes de toda la vida se fueron ofendidos cuando les presentó la cuenta de lo que debían, lo cierto es que consiguió cobrarlo casi todo y sacar adelante el bar.

Solo él la llamó Merceditas durante el tiempo que su barco estuvo en el puerto, tres meses en total, cantándole coplas al oido e invitando a todo el mundo, porque ella a él no le sabía decir que no a nada, y aunque desde el principio sabía que no era buena idea dejarse llamar Merceditas, el nombre dicho por él tenía un poder que la hacía traicionar todas sus ideas sobre como llevar el bar y rendirse a lo que él pidiera guiñándole un ojo.

Cuando él se fue sin despedirse le debía tanto dinero que Mercedes prefirió no echar cuentas, como aquellas que echaba su madre los domingos por la noche, y resignarse. Y desde entonces y para siempre fue para todo el mundo Doña Mercedes. Hasta para sus amantes ocasionales.





*Cuadro de Manet

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