Pero ahora Paul mira el paisaje, totalmente ajeno a Mimí, y Mimí juega con su perrita Linda como si solo Linda fuese capaz de comprenderla.
Compraron a Linda cuando Paul se resignó a no tener niños, Mimí no se resignó, ni creo que se resigne en la vida, y quizás esas maneras de enfrentarse a un mismo dolor sean las que los alejaron casi sin que se dieran cuenta. Mimí sigue esperando un milagro, Paul en cambio compró a Linda para que consolase a Mimí y Mimí, aunque los primeros días no quería ni mirar a la perrita, quizás porque intuía que con ella Paul intentaba consolarla de los hijos que nunca tendrían, ahora solo tiene ojos para ella.
Los miro y es como ver el mismo lugar en tiempos distintos, tan ajenos permanecen a la presencia del otro que duele el vacío que se ha creado entre ellos. Pero siguen juntos, quizás porque su amor fue tan perfecto, tan grande y tan maravilloso en su momento que ninguno de los dos es capaz de abandonar la cercanía del otro, ninguno de los dos es capaz de mirar a los ojos al otro y decir en voz alta lo que sienten hace tiempo, lo que todos los que los conocemos sabemos: que ya no queda amor entre ellos, que los puentes se fueron cayendo y que ahora son como dos extraños, uno absorto en el paisaje y la otra en su perrita Linda que le permite ocuparse de alguien y así olvidar sus carencias y sus dolores.
Pero es tan difícil romper algo que se ha querido tanto; es tan complicado decir lo que sentimos en voz alta, que intuyo que seguirán así, en el mismo sitio, sin estar juntos, aún mucho tiempo.
Que tristes los vacíos que crea el tiempo y el destiempo.

* Detalle de un cuadro de Renoir
No hay comentarios:
Publicar un comentario