Un domingo por la tarde (cinco)

Ves a aquella señora? La del sombrero en forma de sombrilla, o mejor dicho, la de la sombrilla en la cabeza... Mírala que digna ella, ajena a las risas a su alrededor... Sentada al sol con su hija, que en silencio se siente mortificada y avergonzada, y que aunque cada semana le suplica a su madre que se cambie de sombrero, no lo consigue, y se traga la vergüenza que siente y finge normalidad, aunque lo cierto es que esa manía que tiene su madre hace que piense que empieza a irsele un poco la cabeza.
Y eso mismo es lo que piensan muchos de los habituales del lago los domingos por la tarde, cuando ven a la señora Elia aparecer toda orgullosa con su sombrero en forma de sombrilla o de paraguas esos días de invierno cuando llueve. Ríen a escondidas, o eso piensa Elena, la hija de la señora Elia, y a saber que historias cuentan al llegar a casa de esa señora que va al lago los domingos con un paraguas en la cabeza.
Elena sabe que es inutil hablar con su madre, que se coloca ese dichoso sombrero en la cabeza para salir los domingos, y que lo luce orgullosísima, como si se tratase de la última moda en cuanto a tocados para señora. Y cuando Elena insinua que quizás sería mejor ponerse otro sombrero mas discreto, la señora Elia le canta las alabanzas de su sombrero, que de momento solo es un prototipo, pero que es tan práctico que cuando la gente se de cuenta de su practicidad, harán colas para comprarlo y pagarán lo que les quieran pedir por semejante maravilla. Y su hija calla e imagina mil manera de hacer desaparecer el sombrero de sus desdichas, pero ya lo hizo una vez, lo tiró a la basura y se fingió sorprendida cuando su madre le dijo que no lo encontraba, pero a la semana siguiente, la señora Elia ya tenía otro sombrero, incluso mas grande que el anterior, así que su hija se resigna a la vergüenza que ir a pasear los domingos con su madre conlleva.
Pero aunque todos crean que la señora está loca, lo cierto es que no... lo cierto es que sólo está enamorada de un inventor, y el sombrero no es mas que su último invento. Y como el amor, además de cegarnos, nos hace creer a veces las mismas cosas que cree el amado, la señora Elia (la única capaz de ver la genialidad de su gran amor) cree ciertamente que el sombrero será el mayor invento del siglo, ya que va bien ya sea invierno o verano, y cada domingo sacrifica su dignidad a la fé que tiene en el talento que sólo ella sabe apreciar.


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