girasoles

- ¿De dónde han salido esos maravillosos girasoles?- Preguntó Ingrid con esa exageración tan suya, haciendo un gesto con los brazos que parecía abarcar todo un campo de girasoles en lugar del ramo que había dentro del jarrón sobre la mesilla auxiliar que había detrás de la puerta de entrada al salón en el que se encontraban.
- Un regalo de Manuel- dijo Pilar sonriendo.
- Después de mas de veinte años de casados aún te manda flores?- Preguntó Carmen divertida.
- Eso es que algo ha hecho.- Sentenció María.

Esta conversación tenía lugar un jueves por la tarde del mes de Mayo, en casa de Pilar, en el salón que reservaba para recibir a sus amigas los jueves que le tocaba a ella organizar la merienda, y para las cenas de negocios que su marido se empeñaba en organizar en su casa. Era una costumbre de hacía años; quedaban cada jueves en casa de una de ellas, y ese era el día en el que quedaban para verse, hablar, criticar a los conocidos comunes o hablar de sus maridos y de los últimos libros que habían leido, con la excusa de que eran las madres delegadas de sus respectivas clases y se tenían que poner de acuerdo en los distintos asuntos que las madres que las madres delegadas deben tratar. Los niños fueron creciendo y aunque ellas ya no eran madres delegadas de sus respectivas clases, seguían quedando cada jueves, por costumbre, por inercia, o porque, siendo sinceras, no tenían nada mejor que hacer.

Pilar, miró los girasoles con disgusto. Ella había pensado lo mismo que le había dicho María cuando al abrir la puerta, el chico de la floristería le había entregado el ramo de girasoles de parte de su marido. Intentó hacer memoria, pero no fue capaz de recordar cuando había sido la última vez que su marido le había regalado flores.

- No digas esas cosas, María!- casi gritó Carmen.- Que no ves que carita de pena se le ha puesto a la pobre Pili.
- Yo sólo digo que después de un tiempo, cualquier ramo de flores o regalo inesperado es bastante fundamento para sospechar que hay algo que perdonar que no sabemos.- se defendió María
- Ya estamos como siempre... -dijo Ingrid con gesto cansado- tu marido te engañó, ergo: todos los maridos engañan.
- Yo no digo eso, pero, a ver, Pilar: cuanto tiempo hacía que tu marido no te mandaba flores? - preguntó María muy seria.
- Creo que la última vez fue cuando di a luz a mi hijo el pequeño -dijo Pilar sonriendo como si aquello la estuviera divirtiendo.
- Y eso que demuestra? -intervino Ingrid.
- Que hacía mucho tiempo que su marido no le regalaba flores.- dijo María.
- Y qué? - dijo Carmen divertida.- A mí hacía años que mi marido no me metía mano y el otro día en el cine... como si fuera un adolescente... quien puede saber como son o lo que harán los hombres. A mí mi marido me tiene sin saber que pensar...
- Yo sólo digo... - empezó a decir María.
- Tú no digas nada.- la cortó Ingrid- que solo hay que ver lo enamorado que está Manuel de su Pilar, siempre se lo digo a mi marido: ¿Por qué tú no estás tan enamorado de mí, como Manuel de Pilar? que los ves juntos y parece que sean recién novios... Tú no le hagas caso a ésta -dijo girándose hacia Pilar y señalando a María- que todo lo que tiene es envidia.

La conversación, después de dar un par de vueltas mas en torno a los girasoles, lo preciosos que eran, con María y sus teorías de perdones camuflados y Carmen e Ingrid defendiendo el amor y la espontaneidad de su marido, pasó a tratar sobre la operación biquini, las dietas milagro, con Ingrid defendiendo la dieta Dukan y María defendiendo la de la alcachofa, y así, casi sin darse cuenta se les hizo tarde y se tuvieron que despedir.

Carmen se ofreció a acercar a Ingrid a casa con el coche, porque le pillaba de paso, y en el coche Ingrid iba ausente, pensando que había que ver lo mala que era María, mira que decirle a la pobre Pilar semejantes cosas, menos mal que la había podido convencer de que aquello no eran mas que tonterías, pero tendría que hablar con Manuel seriamente, ¿a quien se le ocurría regalarle girasoles a su mujer después de tantos años de casados? Era como confesar su aventura... en castigo por semejante locura, pensaba exigirle como tributo, un ramo de girasoles, mas grande y mas caro...
Se despidieron al llegar, y Carmen la invitó a comer con ella en su casa un par de días después, quería que le explicase lo de la dieta Dukan y enseñarle los vestidos nuevos que se había comprado en las rebajas...

Dos días después un escalofrío recorrió la espalda de Ingrid, cuando al entrar en casa de Carmen, allí había un ramo de girasoles, mas grande y mas caro que el de Pilar y que el que ella había recibido hacía apenas un par de horas...


No hay comentarios: